jueves, 28 de julio de 2011

LA CURVATURA DEL UNIVERSO


Cuando las hojas de un árbol anciano se agitan al compás que marca el viento, allí me encuentro yo.

Cuando la vejez de una persona termina por fulminar las pocas horas de vida que le quedaban, allí me encuentro yo.

Cuando aparecen los primeros rayos del poniente, dejando prever el final del día, allí me encuentro yo.

Cuando la vida que hoy conocemos se extinga al igual que una hoja se ahoga por el calor del sol, ahí me encontraré yo, pues seré el propio sol que marchite la vida.

Soy el tiempo.

Puede parecer un tanto absurdo el hecho de estar aquí: contándoos mis vivencias cuando no recuerdo la mayoría de ellas. Dicen que todo se cura con el tiempo, pero en realidad no curo nada, solo provoco su olvido.

Creo, hago crecer, educo y finalizo todo. Algunos me odian y me temen, otros me aceptan y me abrazan como a una realidad.

Aún así, siempre me encuentro solo, todo desaparece a mi paso quedando únicamente su recuerdo, que termina por desaparecer también.

Me encadena un oscuro acantilado sin fondo en el que caigo continuamente dejando atrás todo lo relacionado con la vida, a la que va ocultando un cruel manto.

Ahora miro hacia abajo y solo encuentro penumbra. Miro hacia arriba, buscando quizás una grieta de luz que me muestre el exterior del acantilado, pero la misma penumbra lo invade todo.

Estoy atrapado en una caída continua, siempre hacia abajo. Destinado a olvidar. Y continuaré cayendo eternamente, pues yo mismo hago que exista lo eterno. Continuaré creando y finalizando todo, tanto lo vivo como lo inerte, provocando alegrías y penurias hasta que todo termine. Todo excepto yo.

Recuerdo la historia de un tejo.

Un tejo que vi finalmente sucumbir tras dos mil años de vida. Los tejos son árboles increíbles, cuando ya peligran, clavan sus ramas en la tierra transformándolas en raíces que le ayudan a sobrevivir. Es una de las razones por la que más me entristezco, pues mi tajante existencia también provoca su muerte.

Cada día me balanceaba entre sus hojas acompañado por la brisa del atardecer, entre los pequeños rayos del poniente que iban extinguiéndose, escuchando su melodía, escuchando sus conversaciones, escuchando sus pensamientos e ilusiones.

Fui pasando sobre él poco a poco, acariciándole cada instante hasta que un día empezó a marchitarse, sus ramas envejecieron y finalmente su vida acabó..

Sus restos ya han desaparecido. Me queda su recuerdo que algún día se cubrirá por la penumbra del acantilado en el que me encuentro.

Quedaré solo.

No os compadezcáis de mí, queridos amigos, pues, al fin y al cabo, sin mí no estaríais aquí, leyendo o escuchando mis cortas memorias.

Al final, el sol seguirá saliendo comenzando así un nuevo día, el viento seguirá recorriendo cada trozo de este vuestro mundo y la vida de cada uno seguirá su curso, con las tristezas y alegrías necesarias para enseñaros que, sea como sea ésta, merece ser vivida.

Y yo continuaré mi curso natural, ajeno a cualquier pensamiento, ajeno a cualquier existencia, ajeno a mis propios recuerdos y vivencias, dejando a un lado mis desconsuelos: es una necedad luchar contra la propia naturaleza.

Pero, ¿qué soy yo?

¿Algo inherente al universo y a la vida o una mera invención del ser humano que se ha transformado en necesidad?

Aún así aquí os hablo, abrazando mi existencia pues una invención es real mientras que las mentes que la alimentan sigan vivas.

Es irónico: seré yo el que acabe con esas mentes que me dan la vida.

FIN

viernes, 1 de julio de 2011

HABLA LA IMAGINACIÓN

Es incoherente convencerse de la veracidad de algo cuando es la falsedad quien domina.

Es absurdo creer en algo si, realmente, ese algo es una mera invención.

Es ilógico querer a alguien y confiar en el sentimiento mutuo cuando esto es solo una creación de la propia necesidad del individuo para aferrarse y sostener ese querer.

Pero todos los seres humanos son absurdos, incoherentes e ilógicos, todo ello vive inherente a su conducta.

Y es una necedad luchar contra la propia conducta natural.

Entonces, ¿son los seres humanos seres irracionales? No, lo curioso es que todos buscan la racionalidad de las cosas que les rodean, ya sea por curiosidad o temor a lo desconocido.

Y es esta búsqueda continua de la racionalidad en las cosas irracionales lo que hace sentir al ser humano seguro: envuelto de explicaciones, sin enigmas ni dudas.

Pero os diré algo, patéticos humanos: todo lo que os rodea es irracional, incluido vosotros mismos. Todo en lo que hayáis buscado la razón y explicado con ella se basa en una mera trampa, un velo que cubre la auténtica copia de la verdad.

Sí, he dicho copia.

¿Sabéis? La propia verdad es irracional y es esta verdad imposible de captar. Todos vosotros os basáis para definirla en simples perspectivas de dicha verdad, pero ninguna de ellas es la auténtica porque todas basan su existencia en la propia racionalidad y me utilizáis para dar vida a esa racionalidad debido a que ninguno de vosotros se sentiría protegido por una realidad falsa, una realidad que es mera copia de la auténtica. No estaríais seguros sabiendo que la propia realidad es imposible de conocer.

Solo veis lo que veis, no lo que verdaderamente existe.

De todos modos, hay algo positivo en la manera en la que me utilizáis.

Me refiero a las historias que os inventáis, muchas de ellas tan fantásticas y mágicas que me honran enormemente. Son en esos momentos en los que yo, la imaginación, tengo un gran papel.

Sí, soy algo orgullosa.

Uno de los trabajos que me atribuís es el de ser el mundo en el que muchos de vosotros os evadís. Algunos eligen un mar tranquilo, bañado por la luz de los rayos del poniente; otros, bosques exóticos llenos de criaturas magníficas e increíbles. Algunos, simplemente, se evaden en la creación de un amor imaginario con el que compartir la vida.

Es irónico: el ser humano ama la racionalidad, pero se evade en mundos que sobrepasan el límite de lo lógico, y así, ser feliz en ellos.

Hipócritas.

Al final, nunca podréis escapar por el sendero de la lógica, apartando el gran e ilógico camino de la vida. Un camino que, inevitablemente, desemboca en la muerte y quizás esa sea la razón por la que negáis lo ilógico: porque la muerte, algo inherente a la vida, es inexplicable.

Tenéis miedo.

Al pensarlo un poco, si descartáis la irracionalidad, me descartáis a mí.

Y ahora os haré una última pregunta que deberéis contestar vosotros: ¿llamaríais vida a la vida si la imaginación no existiese?

Sí, soy algo orgullosa.

QUIMERA

Mire a su alrededor, ¿qué ve? Seguramente visualizará todos aquellos lugares que protagonizan ese entorno que le acompaña cada día.

Ahora diríjase hacia alguna ventana y observe el cielo, con ese azul que lo caracteriza, el horizonte, las montañas, los árboles y edificios… Arrópese con ese ambiente que siempre está presente.

A continuación intente imaginar que todo lo que ha visto, olido y oído, en definitiva, todo lo que ha captado por esos famosos “cinco sentidos”, fuese irreal. ¿Qué sentiría si ese todo se redujese a ser (incluso usted) una idea creada en la mente de alguien y reflejada en unas hojas de papel? ¿Si hasta sus propios pensamientos y sentimientos no le pertenecieran?

Imagine que toda su vida estuviese atrapada por las cadenas de las frases que forman un destino invariable y tangente, ¿qué pensaría si ese mismo pensamiento que cree que piensa fuese meramente el capricho de alguien que controla todo?

No voy a comenzar dando a conocer mi nombre, como se hace habitualmente en las historias en primera persona, y esto no está relacionado con el orgullo de la originalidad ni con el egoísmo.

Yo no tengo nombre.

No es necesario que se compadezca de mí, al fin y al cabo, un nombre solo pone título a lo que somos y a veces (aunque solo sea posible en las historias) podemos prescindir de él.

Lo bueno de esta situación (también algo divertida) es que puedo adoptar un título distinto cada día, es curioso el desconcierto que eso puede causar en las personas. Pero al final termina provocando mi propia perdición pues todo se transforma en una mentira. Una mentira creada por mí.

Quizás se esté preguntando cómo es posible que un simple personaje protagonista de una historia se dé cuenta de que es solamente eso: un personaje surgido de una idea que protagoniza la farsa creada por alguien aburrido. Y más con ese aire de inferioridad que nos rodea a todos nosotros cuando somos lo mismo que ustedes, pero con unas limitaciones existenciales más definidas.

Pues bien, primero hay que tener en cuenta que el ser humano, cuando imagina algo y lo plasma en una película, en un escrito o simplemente en su mente, tiende a colocar aspectos, por minúsculos que sean, que se acercan a lo fantástico o, como algunos prefieren llamarlo, mágico. Solo hay que encontrar esos aspectos (si el escritor lo permite, claro está).

El mío fue un dado.

Yo tenía la manía (supongo que era una de esas “creaciones” que un autor elabora para que sus personajes parezcan más reales) de lanzar un dado en la mesa de mi habitación cada mañana. Siempre salía en él un uno.

Empecé a lanzarlo varias veces al día, supongo que por la curiosidad que me caracteriza (si, otra invención de mi autor), pero siempre continuó ese uno que me empezaba a abrir una puerta hacia la realidad de mi realidad.

Irónico, ¿no cree?

Pero, ¿por qué pude encontrar ese aspecto que hizo que cambiase mi percepción de la vida? ¿Por qué mi autor permitió ese razonamiento en mi cabeza? Si no lo hubiera hecho, no habría historia.

Hay una pregunta que siempre me acecha de una manera radical: ¿Existo? Muchos opinarán que no, que solo soy una idea creada y plasmada en unas líneas escritas sin una impresión sensitiva de la cual sea copia.

Yo, en cambio, me aferro a la existencia: existo como idea, existo en estas líneas y existo en usted mismo mientras que me da vida leyendo, aunque solo sea durante un corto periodo de tiempo.

Además, mi existencia es la más variada que se pueda imaginar ya que son ustedes, mis lectores, los que deciden cómo puede ser ésta: me imaginarán alto o bajo, con pelo o sin él, con ojos castaños o azules. Son ustedes los que deciden como seré en cada una de las realidades en las que me lean y por eso (dejando a un lado todas las diferencias que nos separan) les debo tanto.

El problema reside en que cuando usted termine de leer, me olvidará reconociéndome meramente como una invención sin vida e irreal que viene inherente a una historia fantástica plasmada en las hojas que tiene entre las manos.

Por eso le pido un único favor: no me envíe a esa oscuridad de la mente que es el olvido, recuérdeme como un ser más, un ser con vida y tan real como lo puede ser usted.

Aun así, y muy a mi pesar, seguiré siempre siendo un personaje ilusorio, quimérico y aparente. Todo quedará reducido a un sencillo relato y yo quedaré reprimido en algún hueco perdido de las mentes de las personas que me lean (incluida la suya) y poco a poco iré consumiéndome entre las fauces del tiempo, terminando por desaparecer.

Pero ¿no es así como todas las vidas terminan?

FIN